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+ Oscar José Vélez Isaza, c.m.f.

Obispo de Valledupar.

Nuestro Colegio Parroquial “El Carmelo” cumple 40 años de servicio educativo a la comunidad de Valledupar.

¿Qué sentido  tiene celebrar este acontecimiento? Podemos responder que una efemérides como esta nos permite salir de la rutina de cada día, hacer un alto en el camino institucional para repensar la vida y misión. El Papa Francisco ha dicho que una de las cosas más desgastantes en la vida es “caer en las garras del acostumbramiento. Tanto a lo bueno como a lo malo. Ya nada nos asombra; ni lo bueno para dar gracias, ni lo malo para entristecernos verdaderamente… el acostumbramiento nos anestesia el corazón, no hay capacidad para ese asombro que nos renueva en la esperanza, no hay lugar para el reconocimiento del mal y poder para luchar contra él”. Por esto se necesitan momentos fuertes celebrativos que a modo de terapia de shock nos saquen del acostumbramiento malsano y nos coloquen en la brecha de la realidad.

 

Cuando se acercaba el segundo milenio, el entonces Papa, Juan Pablo II, invitaba a celebrarlo en una triple perspectiva: Mirar con gratitud el pasado, vivir con pasión el presente, proyectarse con esperanza al futuro. Yo quiero invitar también hoy a  la comunidad educativa Carmelita a hacer este ejercicio que nos permita salir del acostumbramiento de quien piensa que las cosas siempre ha tenido que ser así y de que todo se nos debe. Lo primero es una mirada de gratitud. El presente que vivimos es el resultado ante todo de la gracia de Dios que ha obrado a través de muchas personas que han creído en este proyecto y han empeñado todas sus fuerzas para sacarlo adelante; cómo no pensar en los obispos, los rectores, los profesores, los empleados y los padres de familia que han llevado el Colegio a ser lo que es hoy. Esto no ha sido algo fortuito o casual. Es el resultado de mucha fe, hecha obra concreta; de empeñarse con todas las fuerzas, de superar obstáculos, de volver a empezar muchas veces. La segunda clave es la mirada de compromiso en el presente. Cada momento histórico tiene nuevos desafíos para afrontar, y el trabajo con la niñez y la juventud urge constantemente nuevas respuestas que solo pueden brotar de una mirada crítica frente al quehacer educativo y a los resultados que se están obteniendo. La clave del “siempre se ha hecho así” va minando las mejores instituciones y personas. Hay que tener la valentía de reconocer lo que está mal o lo que ya no funciona y arriesgarse a cambiarlo. Es una dimensión penitencial. La capacidad autocrítica y creativa permite revisar, repensar y comprometerse apasionadamente en el aquí, ahora y con quién del proceso educativo. El tercer elemento es esa proyección esperanzada al futuro. Podríamos parodiar a Gabriela Mistral (quien dijo: “Si no amas no eduques”) afirmando: si no tienes esperanza no eduques. La educación es por excelencia un acto de esperanza. Esperanza ante todo en el potencial del ser humano, del niño y del joven de hoy para acoger los valores humanos y cristianos que se le inculcan y conformarse como una persona feliz y útil a la familia, a la sociedad y a la Iglesia. Esperanza de que el propio proyecto educativo tiene un gran valor humano y cristiano que hay que proteger para poder entregarla a las nuevas generaciones. No se trata simplemente de luchar por la supervivencia institucional, sino de salvaguardar y refundar un proyecto educativo humanizante y evangelizador que por los resultados objetivos que ha brindado en el pasado es garantía de su capacidad para acompañar el camino formativo de la humanidad del futuro.

 

Que la Madre del Monte Carmelo, madre y patrona de nuestro Colegio continúe acompañando nuestro caminar institucional.

 

¡Felicitaciones!

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